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Más del 30% de los cánceres se podrían prevenir con unas pautas alimentarias correctas, según afirman el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF) y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR) en su tercer informe global (2018).
En la actualidad más de 2,2 millones de personas que conviven o han convivido con un tratamiento de cáncer, de ellos la mayoría tiene un acceso limitado a nutrición oncológica durante el tratamiento y probablemente nulo en el seguimiento tras la supervivencia. Sin embargo, estudios recientes afirman que existe una relación directa entre nutrición y cáncer, así como en el control de los efectos secundarios derivados de los tratamientos y las secuelas posteriores.
Un abordaje multidisciplinar del paciente oncológico durante el tratamiento y el seguimiento tras la supervivencia es imprescindible para mantener la calidad de vida y prevenir las recaídas, se ha demostrado que una alimentación de mayor calidad —más vegetales, menos ultra procesados y azúcares— se asocia con mayor bienestar físico, menos cansancio y mejor funcionamiento general.
Existe cada vez más conciencia de la importancia de la alimentación en el cuidado de la salud. Sin embargo, cuando estamos ante el abordaje de un paciente oncológico o un superviviente de cáncer la nutrición no está dentro del protocolo del tratamiento. Esto supone una carencia importante que reduce en la mayoría de los casos la calidad de vida e incluso incrementa el número de recaídas en supervivientes como afirman estudios recientes.
La investigación en nutrición oncológica plantea un foco claro: una nutrición verdaderamente personalizada, basada en el perfil molecular del tumor, que podrá combinarse con fármacos específicos para lograr mejores resultados clínicos. Entender las vulnerabilidades metabólicas de cada tumor permitirá a los profesionales sanitarios, diseñar intervenciones dietéticas dirigidas que potencien la eficacia del tratamiento, reduzcan efectos secundarios e incluso actúen como co-terapias.
En palabras de Victoria Góngora, nutricionista oncológica “en el futuro próximo, la nutrición oncológica será parte esencial de la medicina de precisión. Estudios recientes afirman que los tumores tienen preferencias metabólicas específicas según su origen, genética y microambiente tumoral. Esto significa que una misma dieta puede ser beneficiosa para un paciente y completamente ineficaz para otro, sí como ya no se receta la misma quimioterapia para todos, pronto tampoco se recomendará la misma alimentación”.
El seguimiento nutricional del superviviente de cáncer, imprescindible y una asignatura pendiente Tras un diagnóstico de cáncer, seguir una alimentación saludable puede marcar una diferencia real en la supervivencia. Por ejemplo, en el caso del cáncer de mama, el informe del World Cancer Research Fund (WCRF) elaborado por el programa CUP Global 20242 —basado en 108 estudios con más de 151.000 mujeres— mostró que un mayor consumo de fibra se asocia con una reducción significativa en la mortalidad total y específica por cáncer, así como en el riesgo de recurrencia. En cáncer colorrectal, el análisis incluyó a más de 118.000 personas, y encontró que una alta ingesta de cereales integrales y un consumo moderado de café estaban relacionados con una reducción del 17 al 21 % 2en la mortalidad por cualquier causa. Además, el exceso de peso después del tratamiento se asocia con un mayor riesgo de recaída y peor pronóstico, especialmente en cáncer colorrectal. Estos datos, refuerzan la importancia de adoptar patrones de alimentación saludables como parte del cuidado integral después del tratamiento oncológico.
El seguimiento de los pacientes supervivientes de cáncer es fundamental porque el final del tratamiento no significa el final del impacto físico, emocional y social de la enfermedad. Muchas personas viven años con secuelas que pueden comprometer su salud y calidad de vida si no se abordan a tiempo. Entre las más comunes están la fatiga crónica, la pérdida o ganancia excesiva de peso, problemas digestivos persistentes, alteraciones hormonales, osteoporosis, linfedema y dificultades cognitivas o de concentración (lo que muchos pacientes llaman “quimio cerebro”). A nivel emocional, la ansiedad por la recaída, la depresión o el aislamiento social también son frecuentes. Además, los efectos secundarios tardíos de algunos tratamientos, como la toxicidad cardiaca, el riesgo de segundos tumores o incluso la toxicidad financiera —derivada del coste acumulado de los cuidados, las bajas laborales o los tratamientos no cubiertos—, pueden aparecer años después.
“No se trata de imponer normas, sino de traducir la evidencia en acciones posibles. Comer bien no debería convertirse en una carga, sino como una forma de reconectar con la energía, la autonomía y el disfrute”, destaca Góngora.
En España, uno de los grandes retos en el abordaje multidisciplinar del superviviente de cáncer es integrar de forma real y efectiva el acompañamiento nutricional dentro de los equipos oncológicos. Aunque la evidencia científica ya respalda el impacto de una alimentación adecuada en la supervivencia, la calidad de vida y la prevención de recaídas, la figura del dietista-nutricionista sigue sin estar reconocida ni incluida de forma sistemática en el sistema sanitario público. Esto provoca que muchos pacientes salgan del tratamiento sin orientación nutricional específica, enfrentándose a secuelas como pérdida de masa muscular, fatiga, alteraciones digestivas o ganancia de peso sin un plan claro.
Además, la falta de protocolos unificados y de formación especializada en nutrición oncológica dificulta la coordinación con oncólogos, enfermería, psicooncología y atención primaria. Para avanzar, es urgente reconocer el papel clave de la nutrición clínica como parte del cuidado integral del superviviente, garantizar el acceso a profesionales cualificados y diseñar circuitos de derivación claros que permitan una atención continuada y personalizada.
“El alta médica no significa que todo haya terminado. Muchos pacientes salen con ganas de cuidarse, pero se enfrentan a mensajes contradictorios, sin una hoja de ruta clara, especialmente en lo que respecta a la alimentación”, explica Victoria Góngora, nutricionista oncológica especializada en el acompañamiento online durante todo el proceso oncológico.
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