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Cada vez se habla más del impacto de la alimentación en la prevención o el tratamiento del cáncer. ¿Pero qué hay de cierto en todo lo que leemos o escuchamos? ¿Puede una dieta concreta evitar que lo desarrollemos? En el Centro de Nutrición, Psicología y Salud Laura Jorge reciben con frecuencia estas preguntas, y es precisamente esa preocupación la que ha llevado a Laura Jorge a abordar el tema con claridad.
"Existe mucho interés, pero también mucha desinformación", explica la dietista-nutricionista, que insiste en la importancia de diferenciar entre lo que sabemos con evidencia científica y lo que son mensajes sin base rigurosa.
¿Cómo nos afecta la alimentación cuando hablamos de cáncer? ¿Qué papel juega en la prevención, durante el tratamiento o en la recuperación? A continuación, lo abordamos desde una perspectiva profesional y actualizada.
Aunque es imposible hablar de prevención total, sí existen hábitos que pueden ayudarnos a reducir el riesgo. En este sentido, la alimentación juega un papel relevante, pero no aislado.
“Una alimentación saludable, junto con la práctica de actividad física regular, evitar el consumo de tabaco y alcohol y mantener un porcentaje de grasa saludable, puede contribuir a reducir el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer”, señala Laura Jorge.
No se trata de incluir alimentos “anticáncer” —un término que Laura considera inadecuado—, sino de mantener un patrón de alimentación equilibrado, basado en alimentos de origen vegetal.
Las recomendaciones se alinean con organismos como la OMS, el Código Europeo contra el Cáncer o el WCRF, e incluyen:
consumir más frutas, verduras, legumbres y cereales integrales
limitar el consumo de ultraprocesados, carnes rojas y procesadas, alcohol y bebidas azucaradas
“Hay que dejar claro que esto no implica que una persona que tenga una alimentación saludable no pueda desarrollar un cáncer. El cáncer es multifactorial y no depende solo de lo que comemos”, advierte Laura Jorge.
La alimentación también puede ser clave durante un tratamiento oncológico. Sin embargo, Laura Jorge es clara: no existen dietas milagrosas.
“Ni el ayuno, ni las dietas cetogénicas, alcalinas o veganas han demostrado, a día de hoy, ser eficaces como tratamiento para curar el cáncer”, afirma.
Lo que sí está demostrado es que una nutrición adecuada puede ayudar a prevenir la malnutrición, favorecer una mejor tolerancia al tratamiento y contribuir a mantener la calidad de vida del paciente.
Por eso, desde su centro insisten en una intervención personalizada, adaptada a los efectos secundarios, síntomas y necesidades individuales.
“El objetivo debe ser acompañar a la persona durante el tratamiento para que pueda mantener su estado nutricional, evitando una pérdida de peso o masa muscular que complique su evolución”, explica la experta.
Tras el tratamiento, la alimentación sigue siendo un factor relevante.
“Es importante ayudar a la persona a recuperar su bienestar, a reconectar con su cuerpo y con el placer de comer, desde una alimentación saludable y respetuosa”, apunta Laura Jorge.
En esta fase, como en la prevención, se recomienda adoptar hábitos sostenibles en el tiempo, que puedan mantenerse a largo plazo y no estén basados en restricciones innecesarias.
El foco no está en eliminar, sino en sumar alimentos que aporten salud y bienestar.
Hablar de nutrición y cáncer requiere responsabilidad, sentido crítico y una perspectiva basada en la ciencia.
Como recuerda Laura Jorge, “no todo lo que leemos en redes sociales o escuchamos en medios es cierto, y muchas veces puede generar confusión o incluso culpa en quienes están atravesando una enfermedad tan compleja”.
Los datos refuerzan esta necesidad de información veraz:
la incidencia de cáncer en personas menores de 50 años ha aumentado cerca de un 80 % a nivel mundial en las últimas tres décadas
en España, se estima que hasta un 15 % de los nuevos diagnósticos ya se dan en población joven
Este incremento se ha relacionado con factores como una alimentación desequilibrada, el sedentarismo o la obesidad, lo que vuelve aún más relevante el papel de la nutrición en la prevención.
Por eso, desde su centro insisten en acompañar desde el conocimiento, la empatía y la personalización, sin promesas vacías ni mensajes simplistas.
Porque la alimentación sí importa, pero siempre dentro del contexto global de la salud y con una mirada profesional y humana.
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