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Con ocasión del Día Mundial Enfermedad Inflamatoria Intestinal, Isabel Martorell, Doctora en Biomedicina y responsable del equipo de Nutrición y Salud en Nootric, reflexiona acerca de cómo abordar esta patología desde la nutrición personalizada.
Más de 300.000 personas conviven en España con una Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), un grupo de patologías crónicas que incluyen la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. Detrás de estas cifras hay personas que, cada día, deben adaptarse a un cuerpo que no siempre responde como les gustaría, a digestiones complicadas, a brotes imprevisibles y a una alimentación que muchas veces deja de ser un placer para convertirse en una fuente de preocupación.
Aunque la EII afecta principalmente al tracto digestivo, sus consecuencias van mucho más allá de lo físico. El impacto emocional, social y psicológico es profundo, y la alimentación, que en otras circunstancias debería ser una herramienta de salud, a menudo se convierte en un campo minado. ¿Qué puedo comer hoy sin que me siente mal? ¿Y si me equivoco y desencadeno un brote? ¿Por qué cada consejo que leo es distinto al anterior?
Frente a este escenario, la nutrición personalizada emerge como una pieza fundamental en el abordaje de la EII. Desde julio de 2024, en Nootric, servicio digital de nutrición personalizada, estamos estudiando, junto con el Hospital Universitario La Paz, cómo un programa individualizado de alimentación, actividad física y bienestar emocional puede ayudar a mejorar la calidad de vida de estos pacientes. Un enfoque que va más allá del “qué comer” y que se adentra en el “cómo acompañar”.
Porque no hay una única dieta válida para todos. Cada paciente vive su enfermedad de forma distinta, con localizaciones, síntomas y necesidades específicas. Y eso exige un enfoque igualmente individualizado. Durante un brote, la fermentación de fibra dietética puede producir estos metabolitos que puede dañar más la mucosa. Por ello, está contraindicado su consumo en estos momentos. En remisión, se puede ampliar la variedad, hasta llegar a la alimentación habitual. Lo importante es escuchar al cuerpo y avanzar con seguridad, sin miedo, y siempre con el respaldo de profesionales.
Uno de los grandes enemigos en la EII es la malnutrición. Ya sea por malabsorción de nutrientes, pérdida de apetito o miedo a comer, las carencias nutricionales pueden agravar los síntomas y empeorar la respuesta a los tratamientos. Por eso, en este estudio, el seguimiento nutricional no es un añadido: es el eje. A través de la tecnología, el paciente accede a un plan adaptado, con apoyo continuo y herramientas que le permiten monitorizar su evolución. Esa cercanía digital no sustituye al profesional, pero sí lo amplifica, y empodera al paciente para tomar decisiones informadas sobre su salud.
Todavía es pronto para hablar de resultados, pero lo que ya sabemos es que la alimentación puede marcar una diferencia real. No solo al aliviar síntomas, sino también al devolverle al paciente el control sobre su vida. Muchos llegan a la consulta con miedo, con una lista interminable de alimentos prohibidos, con culpa. Romper con eso y construir un plan nutricional realista, flexible y basado en evidencia científica es, muchas veces, el primer paso para recuperar calidad de vida.
No podemos olvidar que la EII también genera mucha confusión. En redes, en foros, incluso en algunos entornos profesionales, circulan mitos, dietas restrictivas sin base y recomendaciones que lejos de ayudar, generan más ansiedad. Por eso es tan necesario un acompañamiento cualificado, que dé respuestas fiables y devuelva al paciente la tranquilidad de saber que está haciendo lo correcto.
Desde mi experiencia, uno de los mayores logros de este proyecto es precisamente ese: devolver la confianza. Enseñar que sí, es posible disfrutar de la comida, mantener una dieta variada y sentirse mejor. Y que hacerlo bien no significa hacerlo perfecto, sino hacerlo con información, con apoyo y con calma.
En este Día Mundial de la EII, mi mensaje es claro: la nutrición no cura, pero acompaña. Y cuando se personaliza, cuando se adapta al paciente y no al revés, se convierte en una herramienta poderosa para vivir con menos dolor, menos miedo y más bienestar. Que podamos seguir avanzando hacia un modelo donde la alimentación sea parte del tratamiento, y no un terreno de dudas, es uno de los grandes retos —y también de las grandes oportunidades— en el abordaje de enfermedades crónicas como esta.
Porque comer bien, en el fondo, es también una forma de cuidarnos. Y nadie debería renunciar a ello.