19 de noviembre, 2018
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El 18 de noviembre se celebró el Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos. Según datos de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), podría haber hasta 180.600 pacientes cada año afectados por las “superbacterias”, patógenos multirrestentes a fármacos, que matan cada año en España unas 35.000 personas.

Los antibióticos son los medicamentos que combaten las infecciones bacterianas, y su uso adecuado y bajo prescripción médica puede salvar vidas. Los antibióticos matan las bacterias o impiden que se reproduzcan pero, en ningún caso, combaten las infecciones causadas por virus. De ahí la importancia de acudir al médico para que determine la necesidad o no de ingesta de antibiótico. España ocupa el primer lugar del mundo en consumo de antibióticos sin razones epidemiológicas que lo justifiquen, y ello está directamente relacionado con el aumento de la resistencia, por lo que, educar a la población en el uso adecuado –por prescripción médica- es fundamental.

En los casos en los que está recomendado su uso pueden causar efectos adversos, como la diarrea, que se produce por la modificación del tipo y cantidad de los microorganismos que habitualmente colonizan el intestino y colaboran en sus funciones cotidianas. Este desequilibrio y la alteración de las funciones de absorción de nutrientes, líquidos, minerales, etc., junto con la alteración de la motilidad intestinal y acción tóxica directa sobre la mucosa, provoca pérdidas, fundamentalmente de agua y sales, en las heces. Puede afectar a cualquier persona desde el momento en el que empieza a ingerir un antibiótico pero, especialmente los niños, se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad. Al menos un niño de cada cinco en tratamiento antibiótico, desarrollará una diarrea secundaria, momento en el que se deberá reponer esas pérdidas evitando que acabe deshidratándose.

Como el antibiótico no puede suspenderse, el restablecimiento del equilibrio entre los microorganismos que habitan el intestino, con la ayuda de probióticos cuando se considera necesario es, actualmente, la principal medida preventiva, recomendándose como terapia adyuvante en la diarrea junto a los sueros de rehidratación oral.

Se ha demostrado que la administración de probióticos concomitantemente con los antibióticos orales, reduce en un 75 % la aparición de episodios de diarrea, siendo el de máxima efectividad el Lactobacillus rhamnosus GG, el probiótico más estudiado del mundo, de gran ayuda en situaciones clínicas en las que es necesario mantener el equilibrio de la flora intestinal frente a agentes externos como antibióticos. Los expertos afirman que es importante especificar la cepa y la cantidad de probiótico, pues no solo debe contener bacterias vivas, sino que éstas deben llegar vivas y activas al tracto digestivo.

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