por NutraSalud 5 de septiembre, 2025
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Isabel Martorell de Nootric aporta consejos sencillos para adoptar hábitos saludables tras la vuelta de vacaciones. 

Septiembre siempre trae consigo un aire de reinicio. Cerramos el paréntesis del verano y volvemos a las agendas, los madrugones y las obligaciones. Y esa transición no siempre resulta sencilla. El cansancio, la falta de concentración o incluso un cierto bajón anímico son sensaciones habituales en estos días. Pero lo que muchas veces olvidamos es que, en gran medida, la forma en la que afrontamos esta vuelta empieza en un gesto tan cotidiano como decidir “qué vamos a comer hoy”.

Porque la alimentación no solo es combustible, también es bienestar. Apostar por cereales integrales como la avena, la quinoa o el pan integral es apostar por energía sostenida a lo largo de la jornada. Si a ellos sumamos proteínas de calidad como los huevos, el pescado o las legumbres, damos a nuestro cuerpo las herramientas necesarias para saciarse y recuperarse tras el parón estival. Y no podemos olvidar la base vegetal: frutas y verduras, con su aporte de minerales y antioxidantes, que no solo refuerzan nuestras defensas, sino que también nos ayudan a sentirnos más vitales y animados.

Una manera práctica de integrar todo esto en el día a día es recurrir al “método del plato”: visualizar un plato dividido en tres partes, donde la mitad se destina a verduras y hortalizas, un cuarto a proteínas de calidad y el otro cuarto a hidratos de carbono, priorizando los integrales. Este método facilita el equilibrio nutricional y, sobre todo, es flexible, porque permite adaptarlo a los gustos y necesidades de cada persona. En este equilibrio también entra en juego la salud digestiva: incluir alimentos fermentados, como el yogur o el kéfir, ayuda a mantener el intestino en buen estado, lo que repercute directamente en nuestra concentración y estado de ánimo.

Alimentos a evitar para dietas más saludables

Pero tan importante como lo que sumamos es lo que conviene poner en su justa medida. Los ultraprocesados, los productos azucarados o el alcohol pueden parecer una salida rápida cuando nos falta energía, pero en realidad juegan en contra: generan bajones, afectan a la digestión y repercuten en el ánimo. No se trata de prohibirlos ni de vivir bajo reglas estrictas, sino de entender que cuanto más espacio cedamos a los alimentos nutritivos, más fácil será sostener la energía y la motivación que la rutina exige.

En paralelo, resurgen cada año las famosas dietas “détox”, que prometen milagros tras los excesos de las vacaciones. Pero la realidad es que nuestro cuerpo ya cuenta con sus propios mecanismos de depuración —hígado y riñones incluidos— y que este tipo de dietas, además de basarse en un marketing engañoso, pueden acarrear riesgos reales: desde déficits nutricionales hasta problemas como la litiasis renal. El error está en pensar que cuidarse es sinónimo de restar, cuando la clave está en mantener un patrón mediterráneo, equilibrado y flexible, que podamos seguir durante todo el año sin caer ni en el descuido veraniego ni en la rigidez al volver. Y si tenemos dudas u objetivos concretos que queremos alcanzar mediante la nutrición, antes de caer en recomendaciones que nos pueden poner en riesgo, lo más recomendable es ponernos en manos de profesionales que diseñen un plan adaptado a nuestras necesidades individuales, como el equipo de nutricionistas de Nootric.

Y es que la relación entre alimentación y bienestar emocional es más estrecha de lo que solemos reconocer. Un intestino cuidado favorece la producción de serotonina, conocida como la hormona del buen humor, mientras que un patrón estable de comidas ayuda a que la energía se mantenga constante, sin esos altibajos que nos dejan irritables o agotados. En otras palabras: lo que comemos influye, y mucho, en cómo vivimos nuestro día a día.

Hábitos saludables para vivir mejor

Eso sí, conviene no olvidar que mejorar la alimentación no debería significar revolucionar todo de la noche a la mañana. Cambiarlo todo de golpe, eliminar alimentos o imponer horarios imposibles es el camino más rápido hacia el abandono. Tampoco ayuda a demonizar lo que comemos: lo importante es el equilibrio, no la perfección. Y hay pequeños gestos —como hidratarnos correctamente o mantener cierta regularidad en las comidas— que marcan más la diferencia de lo que parece.

Por supuesto, la ecuación del bienestar no se resuelve solo en la mesa. Dormir lo suficiente, movernos con regularidad, gestionar el estrés y organizar nuestro tiempo son piezas igual de necesarias. Cuando esos hábitos se suman a una alimentación cuidada, la rutina deja de ser un enemigo para convertirse en una oportunidad: la de recuperar orden, motivación y energía.

En definitiva, septiembre no tiene por qué ser sinónimo de bajón. Puede ser, si queremos, el punto de partida de un ciclo mucho más equilibrado. Y todo empieza con algo tan sencillo y a la vez tan poderoso como lo que elegimos comer cada día.

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