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El eje microbiota-piel-cerebro es un concepto relativamente reciente, pero increíblemente útil, ya que describe la poderosa interconexión entre el sistema nervioso, la piel y la microbiota (tanto intestinal, como cutánea), a través de mecanismos inmunológicos, endocrinos y neurológicos.
El punto de partida es, sin duda, la microbiota: un conjunto de microorganismos que residen en la piel, el intestino o las mucosas, y que desempeñan funciones vitales más allá del aparato digestivo, como el fortalecimiento del sistema inmune o el equilibrio emocional. Su función principal es mantener el equilibrio biológico y proteger al organismo de patógenos, además de colaborar en procesos metabólicos y digestivos, la función barrera, la protección frente a patógenos, o incluso la modulación del sistema inmunológico, explica Tania Gil, nutricionista de IMR.
Tal y como explica la especialista, "el eje intestino-piel es una vía bidireccional que conecta el equilibrio de la microbiota intestinal con el estado de la piel. Su equilibrio es fundamental para exacerbar y prevenir distintas enfermedades dermatológicas".
A lo que añade: "la piel y el intestino son dos de las principales superficies de intercambio con el exterior y están íntimamente ligados a través del sistema inmunológico y la circulación sanguínea. Un intestino sano, añade, favorece una piel equilibrada, mientras que una disbiosis intestinal puede provocar inflamación sistémica, alteración inmunológica y manifestaciones cutáneas como la dermatitis atópica (eccema), psoriasis, acné vulgar o rosácea".
La disbiosis cutánea, tal y como explica la especialista, "es un factor fisiopatológico esencial en el desarrollo y la persistencia de numerosas enfermedades de la piel. Estas afecciones, lejos de ser problemas superficiales, reflejan una pérdida de homeostasis tanto a nivel de la piel como en el eje intestino-piel".
Las afecciones más comunes son:
Tania Gil, nutricionista de IMR, centro de dermatología de vanguardia, distingue entre cuatro tipos de microorganismos:
La nutricionista diferencia entre intrínsecos y extrínsecos. Mientras los primeros dependen del huésped y determinan la base biológica sobre la que se asienta la microbiota (genética, edad, sexo, sitio anatómico, eje intestino-piel y sistema inmunitario), los segundos dependen del estilo de vida y los ambientales, como la dieta y la nutrición, la higiene, el uso de determinados cosméticos, las condiciones ambientales, el clima, la exposición solar, el estrés, el sueño, el uso de algunos fármacos o incluso la propia vestimenta.
Tal y como explica la especialista, la principal causa de desequilibrio es la disbiosis, una alteración de la microbiota intestinal que es la causa subyacente de numerosas afecciones de la piel, incluyendo el acné, la psoriasis y la dermatitis atópica. La piel está constantemente expuesta a factores internos y externos que pueden desequilibrar su delicado ecosistema microbiano, lo que la vuelve vulnerable a la inflamación y a la proliferación de patógenos. Los principales hábitos que dañan la microbiota cutánea son el estrés crónico, una dieta pobre en fibra o rica en ultraprocesados, las grasas saturadas y los azúcares refinados, así como el uso indiscriminado de antibióticos o cosméticos agresivos, la falta de sueño, la exposición a contaminantes, una higiene excesiva y agresiva, la contaminación o incluso la exposición UV, añade.
A menudo, surge una confusión entre ambos términos, sin embargo, tal y como explica la especialista, en el campo de la biología y la medicina, los términos se utilizan frecuentemente - a veces de forma intercambiable - pero en realidad representan conceptos científicos distintos. La diferencia entre ellos radica en si se hace referencia a los microorganismos vivos en sí que conocemos como microbiota o al ecosistema completo, es decir todos sus genes, que define al microbioma.
"El cuidado más profundo de la piel, explica la nutricionista, comienza en el intestino y con la gestión del estrés". Estas son sus recomendaciones.
• Uso de nutricosmética: esta área se enfoca en suplementos orales que benefician la piel, como los probióticos orales con cepas específicas de Lactobacillus y Bifidobacterium, que han demostrado modular la inflamación sistémica, siendo especialmente útiles para reducir la severidad y la frecuencia de brotes de dermatitis atópica y acné a través del eje intestino-piel. También recomiendo los suplementos de ácidos grasos omega-3 y vitaminas antioxidantes (A, E, C), que refuerzan la función de barrera cutánea y reducen el estrés oxidativo.
• Cambio en los hábitos de vida: el equilibrio interno, explica, también se refleja en nuestra piel. Es importante potenciar una dieta equilibrada y saludable (rica en fibra, frutas y verduras) que se correlaciona con una piel más sana. Además, gestionar el estrés, actividad física diaria o el uso de protección solar.
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